Resulta que hace veintitrés años que salió el Goo de Sonic Youth. Sí, hace tanto tiempo
que los que lo compraron cuando adolescentes ahora ya ni tienen pelo. El tiempo
se ha ido rápido.
La primera vez que supe de la existencia del
disco fue, creo, en el 2000 cuando la
portada salió en la tapa de una revista, supongo que RollingStone, de esas que cuelgan en los puestos a lado de periódicos,
tabloides y revistas pornográficas. Claro que yo lo que intentaba ver era las
mujeres en poses sugerentes o, cuando menos, los dibujitos de mujeres en poses
sugerentes, pero la portada atrapó mi vista y traté de investigar qué era ese
dibujo tan extraño (y feo) y por qué aparecía en una portada de revista. Lo
malo de ser niño es que uno no controla sus pasos y tiene que ceder ante el
segundo jalón de brazo que las violentas madres ocupan para arrear a su prole. Pues
eso, aquella vez mi madre caminó llevándome del brazo a toda carrera y yo me
quedé sin saber qué era ese dibujo y, lo más triste, sin ver ningún pezón escapándose
de las revistas porno. Tendría unos doce años.
Descubrí a Sonic Youth cuando mi adolescencia
era esa rabia estúpida que me impedía seguir escuchando la música con la que
crecí. Sin embargo, en esa época conocí tanta música, que muy pocos grupos
sobrevivieron los años, las fiestas y la idea perentoria de que hay que
escuchar lo que tu novia en turno escuche para llevar las cosas como la seda. La
adolescencia es una época difícil para todos.
A mis veinte años, después de que la casera de
la primera guarida patrañera nos corriera porque, según ella, fumábamos mucha
yerba, regresé a casa de mis padres a encontrarme con la caja de discos que
había dejado y ahí, claro, hundí las penas depresivas que implican regresar a
casa fracasado. Sonic Youth apareció al poco tiempo y resultó una gran
sorpresa.
Su música resulta difícil, a veces, pero tiene
ese factor único que atrapa la atención de los escuchas dispuestos. Desde sus
primeras grabaciones de corte punk y
su evolución hacia los discos fáciles, hasta la reinvención, o experimentación
retrospectiva, Sonic Youth tiene ese sonido noise
que lo define en el papel. Juegan con los tiempos, con las afinaciones, con los
efectos, con las letras y con la parafernalia multimediatica que sostiene sus fuertes
y energéticos acordes. Tiene fuerza también la presencia en la escena que ha
ejercido durante tantos años. El Goo
salió en el ’90, dos años después del gran despegué con el Daydream Nation (la portada de éste y la banda, que se roba la
comida de Peter Frampton, salen en el capítulo de los Simpsons en el que Homero
se vuelve el hombre bala: Homerpalooza, así
de famosos fueron.) y esto, claro, lo ubica en los años de formación del grunge,
que posteriormente dejaría escuchar su influencia en el siguiente disco de la
banda. De hecho en la gira europea del ’91 compartieron escenario con Nirvana y
en el video del último sencillo del Goo,
Dirty Boots, la protagonista usa una playera de Nirvana. Lo último resulta
algo curioso pues el video fue lanzado meses antes de que el mundo se enterara
de la existencia de Cobain y Nirvana tras la publicación de Nevermind.
Como sea, Sonic Youth resulta una de las bandas
que valen la pena escuchar por lo menos unos meses en la vida. (En la foto simpsonizada de la banda encuentran cómo escucharlos, ya saben, pranganas)